Más sobre el saludo "Paz y Bien"

Milvia Bollati
Historiadora

   
   

 

Hay un saludo franciscano que todos conocemos y es: ¡paz y bien! Un saludo que aún no encontramos en los escritos de Francisco, sino sólo en la Leyenda de los tres compañeros, que no es una biografía propiamente dicha, sino una reinterpretación de su experiencia humana y espiritual que se acerca al hombre Francisco sobre todo mediante su sensibilidad, sus emociones y sus deseos. El episodio se ubica en el inicio de la conversión del Santo, al abandonar el hábito eremítico, el bastón y el calzado, Francisco “inspirado por Dios empezó a anunciar la perfección del Evangelio, predicando a todos la penitencia, con sencillez”.

 

Aquí entra en la escena un personaje, del cual el biógrafo omite el nombre, y que se dirige a todos, por las calles de Asís, justo con este saludo: ¡paz y bien! Pero sigamos con la narración: “Como él mismo confesó más tarde, había aprendido este saludo por medio de una revelación divina: «¡El señor te dé la paz!». Al principio de sus predicaciones, ofrecía al pueblo este mensaje de paz. Un hecho extraordinario, que tiene algo de milagroso: había tenido, antes de la conversión, un precursor del anuncio de paz, que recorría Asís con frecuencia con el saludo: «¡Paz y bien! ¡Paz y bien!». Se formó sucesivamente la convicción de que, así como Juan el Precursor se hizo a un lado en cuanto Jesús inició su misión, también aquel hombre, parecido a un segundo Juan, precedió a Francisco en el anuncio de paz, y desapareció tras la llegada del Santo”. Este singular saludo no es, pues, de Francisco, sino de un hombre que – como un nuevo Juan Bautista – precedió a Francisco en el mismo augurio que es ante todo una exhortación a la conversión, al encuentro con el prójimo y con Cristo, que hace nacer en el corazón la reconciliación y la paz. Es una preocupación constante de Francisco. La menciona en el Testamento y en la Regla. Esta exhortación a la paz aparece nuevamente en sus Cartas en tantas formas diferentes que revelan cada vez una nueva riqueza. Remito a este propósito a un reciente ensayo de Niklaus Kuster. Demos algunos ejemplos. “Paz verdadera del cielo y sincera caridad en el Señor”, empieza así Francisco la Carta a los fieles. En la Carta a un ministro: “El Señor te bendiga”. En la Carta a Jacoba de Settesoli Francisco escribió: “A Jacoba, señora, sierva del Altísimo, el hermano Francisco, pobrecito de Cristo, desea salud en el Señor y unión en el Espíritu Santo”. Por último, en la Carta a los hermanos guardianes envía “salud y paz santa en el Señor” y concluye con las palabras “Estad bien en el Señor” que, a mi parecer, revelan el sentido más profundo de nuestro saludo franciscano. ¡Paz y bien! ¡Paz y bien en el Señor! “Este singular saludo no es de Francisco, sino de un hombre que – como un nuevo Juan Bautista – precedió a Francisco en el mismo augurio”. (de http://www.sanfrancescopatronoditalia.it)

 

 

 

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