22 Beatos mártires de la Provincia de Castilla

Consuegra, Pastrana, Madrid - 1936

   
   

 

Fiesta:

Beatificación: Card. Saraiva por Benedicto XVI, el 28 de octubre de 2007

Muerte: 16 de agosto, 7 de septiembre, 17 de octubre de 1936

Orden: Franciscanos Menores

 

Beato Víctor Chumillas y 21 compañeros mártires

Fuente: Marcos Rincón Cruz, Franciscanos de Castilla. Testimonio luminoso de vida consagrada totalmente a Dios, de paz y de amor fraterno. Folletos "Con él" - Testimonios y testigos. N. 282. Octubre de 2007, p. 10.

La Provincia Franciscana de San Gregorio Magno de Castilla, madre de misioneros y de mártires, que en los años treinta del siglo XX dio 73 mártires a la Iglesia de España, con la beatificación del 28 de octubre de este año añadirá 22 más a los que ya tiene beatificados y canonizados. Veinte de ellos eran del convento-teologado de Consuegra (Toledo): el P. Víctor Chumillas, guardián; el P. Ángel Ranera, vicario; los sacerdotes Domingo Alonso, Martín Lozano, Julián Navío y Benigno Prieto, profesores, y 14 estudiantes de teología, de 20 a 23 años: Marcelino, José de Vega, José Álvarez, Andrés, Santiago, Alfonso, Anastasio, Félix, Federico, Antonio, Saturnino, Ramón, Vicente y Valentín.

Era ésta del teologado de Consuegra una comunidad franciscana envidiable. Los sacerdotes estaban entregados plenamente a la docencia y apostolado (predicación, confesionario, asociaciones, juventud, enfermos). Los estudiantes, apasionados por su formación y soñando en ser misioneros y mártires. En sus cartas y en la crónica del estudiantado se percibe una identificación plena con su vocación y el entusiasmo por ella, tanto en los jóvenes como en los sacerdotes. Su ¡deal de franciscano eran los misioneros protomártires del Japón. Su origen humilde y su cercanía al pueblo les hacía ser muy queridos en Consuegra, pueblo muy religioso y que había dado numerosos hijos a la Orden franciscana. Estimulados por un superior santo de pies a cabeza y con grandes ansias de martirio, el verse abocados al mismo no supuso ningún trauma en la comunidad de Consuegra, más bien aumentó el fuego y el gozo de su consagración. Algunos ofrecieron su vida para que cesase aquella guerra fratricida en España. Vigilados y "encarcelados" en su convento del 21 al 24 de julio, emplearon todo ese tiempo en la oración y preparación comunitaria para dar la vida por Cristo. Fueron acogidos por familiares y bienhechores desde su expulsión hasta su encarcelamiento los días 9 y 10 de agosto en la cárcel municipal. El reencuentro fue un inmenso gozo fraterno. Días después, fueron trasladados a la iglesia parroquial, junto con otros sacerdotes y religiosos. En ambos lugares, el P. Víctor Chumillas fue el líder espiritual de todos, que se confesaron, renovaron sus votos y sus promesas sacerdotales y, tras la exhortación del P. Víctor, se declararon gozosos de sufrir por Cristo y ardientemente deseosos del martirio.

Los 20 franciscanos fueron fusilados en el término de Fuente el Fresno (Ciudad Real) en la madrugada del 16 de de agosto de 1936. Fueron rezando por el trayecto y continuaron al bajarse del camión que los llevaba. El P. Chumillas les exhortó a entregar gozosos su vida y a perdonar a sus verdugos. Sus últimas palabras, dirigidas al alcalde de Consuegra, fueron: "Estamos dispuestos a morir por Cristo". A la orden de disparar, alzaron su voz para aclamar a Cristo y a la Orden franciscana. Fr. Saturnino sobresalió entre todos: "Perdónalos, Señor, que no saben lo que hacen".

A estos veinte, hay que añadir dos mártires más: el P. Félix Gómez-Pinto, de 65 años, infatigable misionero y apóstol de los enfermos, había pasado casi toda su vida sacerdotal en Filipinas y residía en Pastrana. Su defensa ardorosa de la religión en la cárcel le llevó al martirio la noche del 6 al 7 de septiembre de 1936 en el término de Hueva (Guadalajara). Y, por último, el P. Perfecto Carrascosa, de 30 años, alma limpia y candorosa, profesor del estudiantado de filosofía en Pastrana, y secretario provincial en el convento de San Antonio del Retiro (Madrid) desde 1935. Padeció el martirio en Tembleque (Toledo) el 17 de octubre de 1936. En la prisión, en su pueblo natal, Villacañas, sufrió continuas palizas sin que lograsen hacerle blasfemar y fue un ángel para todos los compañeros de prisión, como testificó uno de ellos.

Desde su sepulcro en la iglesia de San Juan de los Reyes (Toledo), estos mártires siguen ofreciendo su testimonio ardiente y luminoso de vida consagrada totalmente a Dios, de paz y amor fraterno.

Marcos Rincón Cruz

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