Beato Abuna Santiago de Ghazir, OFM Cap.

El Gran Constructor de El Líbano  (1875-1954)

   
   

 

Fiesta: 26 de junio
Beatificación: 22 de junio de 2008
Nacimiento: Ghazir (Beirut, El Líbano), el 1 de febrero de 1875
Muerte: Beirut (El Líbano) 26 de junio de 1954
Orden: Franciscanos Menores Capuchinos

 

Beato Santiago de Ghazir (1875-1954)

Fuente: Carta Circular n. 2 del Ministro general OFMCap., Fray Mauro Jöhri. Prot. N. 00455/08

A todos los hermanos y a todas las hermanas de la Orden

Queridos hermanos:

Tengo el gozo de comunicarles que una vez más nuestra Orden tiene un motivo para alegrarse y agradecer al Señor por el don de la santidad, en particular de una santidad nacida y desarrollada en una tierra hoy particularmente atormentada: El Líbano.

El 22 de junio de 2008, en Beirut, Abuna Santiago de Ghazir será proclamado beato. Con confianza ponemos nuestros ojos en el nuevo Beato que ha hecho mucho por aliviar los sufrimientos de los pobres de su tiempo, para que obtenga del Señor la reconciliación y la paz para el mundo y para El Líbano.

¿Quién era Abuna Santiago? A muchos de nosotros este nombre nos dice poco o nada, pero en su tierra es reconocido como un gigante de la caridad. “Gran Constructor”, “Apóstol de la Cruz”, “San Vicente de Paúl del Líbano”, “Nuevo Cottolengo”, “Nuevo Don Bosco”, son los apelativos que los libaneses, cristianos y musulmanes, han usado y usan para nombrarlo, para rezarle, para reconocer su humanidad y su santidad.

Santiago nació en Ghazir, en la periferia de Beirut, el 1 de febrero de 1875 de Butros Haddad y Shams Haddad, el tercero de ocho hijos. La familia cristiana, de rito maronita, era profundamente creyente. La madre, en particular, con la santidad de su vida influyó decisivamente sobre su hijo favoreciendo en él una fuerte propensión a la generosidad hacia Dios y hacia los hombres. Fue bautizado en Ghazir, en la Iglesia Maronita, el 21 de febrero de 1875 con el nombre de Khalil y confirmado el 9 de febrero de 1881. Una vez realizados los estudios elementales, 1885-1891, en su ciudad natal, siguió los estudios secundarios en Beirut en dos colegios religiosos. A los dieciséis años emigra a Alejandría de Egipto, donde, sacudido por el mal ejemplo de un sacerdote y por el conmovedor testimonio de la muerte de un hermano capuchino, el joven Khalil, a los 19 años de edad, toma la decisión de abrazar la vida consagrada entre los hermanos capuchinos.

Regresa al Líbano en 1894 para comunicarle al padre su decisión y así iniciar el noviciado en el Convento de San Antonio de Padua, no lejos de su pueblo. El padre, inicialmente contrario a la decisión, finalmente no pudo más que decir que sí. En el noviciado, como era costumbre en ese tiempo, le fue dado un nuevo nombre. Desde este momento se llamará fray Santiago de Ghazir, en recuerdo del santo hermano franciscano Santiago de Las Marcas. Todos los hermanos lo admiran por su abnegación, su piedad, su caridad, su obediencia y por el sentido del humor que no deja nunca de usar como instrumento de paz.

Terminados los estudios, el 1 de noviembre de 1901, en la capilla del Vicariato Apostólico de Beirut, el Delegado Apostólico Mons. Duval lo ordena sacerdote. Al día siguiente celebra su primera Santa Misa en su pueblo natal.

Sus superiores le confían la economía general de los cinco conventos de Beirut y de la Montaña, encargo que lo obliga a tratar cuestiones administrativas recorriendo muchos caminos. Decenas de veces, como él mismo cuenta en sus Memorias, es agredido, golpeado y amenazado de muerte, aunque milagrosamente la Cruz de Jesús lo salva siempre.

En 1905 es nombrado director de las escuelas que los hermanos capuchinos tienen a su cargo en El Líbano, introduciendo en ellas importantes renovaciones. Su modelo no es tener una gran escuela con muchos alumnos, sino escuelas más pequeñas con clases de pocos alumnos. Así en 1910 las escuelas son 230 con 7.500 alumnos.

Abuna Santiago también revela una gran capacidad para organizar peregrinaciones, procesiones, celebraciones y particularmente las Primeras Comuniones. Decía: “Sembrad hostias, recogeréis Santos”.

Su carisma específico es la predicación. Sus sermones los prepara de noche delante del Santísimo Sacramento. ¡De Abuna Santiago conservamos más de ocho mil páginas de escritos! Predicó en Siria, en Iraq, en Palestina. En Beirut funda la Tercera Orden Franciscana, que se esparcirá por todo El Líbano. Tendrá la alegría de ir a Lourdes, a Asís y a Roma, donde se encontrará con el Papa San Pío X. Consciente de la importancia de la prensa, en 1913 funda la revista mensual “El Amigo de la Familia”.

A causa del estallido de la Primera Guerra Mundial, 1914, los capuchinos franceses dejan El Líbano y a Abuna Santiago se le confía la Misión, trabajo al cual no le hará faltar nada y al que se dedicará con coraje y competencia. La nueva tarea no le impide ocuparse de los Terciarios, de distribuir pan a los hambrientos, de dar sepultura a los muertos abandonados por las calles; ¡la Providencia cuida de él! Muchas veces escapará del arresto, de la prisión e incluso del verdugo.

Habiendo gastado todas las energías y el dinero, no tiene ni siquiera unos pocos centavos para el aceite del sagrario, y decide restituir las llaves de la Misión al Delegado Apostólico. Está extenuado, pero la Providencia aún tiene reservado algo para Abuna Santiago: la Gran Guerra termina y el ejército turco deja el país.

Con el fin de la guerra regresan los capuchinos franceses que continúan la obra interrumpida. La apertura de estructuras para acoger niños y mujeres jóvenes en dificultad son el nuevo campo de acción de Abuna Santiago.

También alberga un sueño en su alma: levantar una gigantesca Cruz en la cima de una colina del Líbano, para hacerla un lugar de encuentro para los Terciarios pero, sobre todo, lugar de oración por los caídos en la guerra y por los libaneses que han dejado su tierra. El sueño se realiza, con la ayuda de la Providencia, sobre la colina de Jall-Eddib, que de Colina de los Djinns, de hecho, pasa a llamarse Colina de la Cruz. Otra cruz será elevada en Deir El-Qamar en el Chuf, una región pluriconfesional.

Pero la Providencia tiene reservada a Abuna Santiago aún muchas cosas por hacer. Llamado a confesar a un sacerdote enfermo en un hospital público, queda conmovido. El sacerdote, amén del estado lamentable en el cual se encontraba por la mala asistencia, durante su recuperación nunca había tenido la posibilidad de celebrar la Santa Misa. Abuna Santiago no lo piensa dos veces y lo lleva a Nuestra Señora del Mar, donde en poco tiempo lo seguirán otros sacerdotes enfermos.
Mas la Providencia tiene necesidad de brazos, pero sobre todo de corazones generosos y maternos que se sumen al trabajo cotidiano y fatigoso de la Misericordia. Así la idea de fundar una Congregación lo inquieta. Algunas hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción de Lons-le-Saunier lo ayudan a formar a muchachas jóvenes y en 1930 finalmente funda la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Cruz del Líbano. Sor Marie Zougheib será su primera colaboradora y co-fundadora de la Congregación.

En los estatutos de la nueva Congregación Abuna Santiago insiste sobre todo en que no falten nunca las siguientes obra de misericordia: asistencia hospitalaria para los sacerdotes enfermos y que por su avanzada edad no puedan ejercitar el ministerio; cuidado de los disminuidos, de los ciegos, de los rengos, de los discapacitados mentales, de los incurables abandonados; educación y cuidado de los huérfanos. Y agrega: “Cuando sea necesario, es posible dedicarse al apostolado en las escuelas en aquellas localidades donde ya existe una casa de las hermanas y no esté presente otra Congregación dedicada a la educación”.

El amor de Abuna Santiago por la humanidad que sufre caracterizó todo el arco de su vida. Fundó la escuela de San Francisco en Jall-Eddib (1919), conocida hoy bajo el nombre de “Val Père Jacques” en Bkennaya; el Hospital de Deir El-Qamar (1933), para niñas discapacitadas; el Convento de Nuestra Señora del Pozo en Bkennaya (1941), que comprende la Casa General, el postulantado, el noviciado y el centro de acogida para retiros espirituales de sacerdotes, religiosas y grupos de oración; el Hospital de Nuestra Señora en Antélias (1946), para enfermos crónicos y ancianos. Y además, el Hospital San José en Dora (1948), situado en un barrio popular; la escuela de las Hermanas de la Cruz en Brummana (1950), que acoge niños huérfanos y víctimas de la pobreza material y moral; el hospicio de Cristo Rey en Zouk-Mosbeh (1950), construido sobre una colina que domina el camino de la costa que va hacia Biblos, coronada por una estatua de Cristo Rey de 12 metros de altura. La Providencia acompaña el camino de Abuna Santiago, no lo abandonó jamás y aún hoy es huésped habitual entre las hermanas.

En 1951 el Hospital de la Cruz será enteramente reservado para el cuidado de enfermedades mentales. Hoy es el complejo psiquiátrico más grande de Oriente Medio, centro universitario y académico, con más de 1.000 enfermos, el 54% de ellos no cristianos. El Hospital de la Cruz acoge los enfermos de cualquier religión con el espíritu de misericordia que distingue a la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Cruz del Líbano: “Seamos semejantes a la fuente que no le dice nunca al sediento: dime primero de qué país vienes, de otro modo no te daré de beber”.

Abuna Santiago, reconocido por las autoridades religiosas y por las civiles un gigante de la caridad, no tuvo otro objetivo en su vida sino el de “amar a Dios y amar al hombre, imagen del Crucificado”.

La edad y la enfermedad mellaron la fuerte fibra del atleta de Cristo y en particular su corazón que tantas veces Abuna Santiago había ofrecido al Señor: “Señor, si quieres mi corazón, aquí lo tienes; como también mi inteligencia, mi voluntad y todo mi ser”.
Al amanecer del sábado 26 de junio de 1954 dice: “¡Hoy es mi último día!”. Muere a las 15:00. La radio, la prensa, los amigos, las campanas en los pueblos anuncian la muerte. Miles de personas acuden al Convento de la Cruz para llorar, para orar, para recibir una bendición de aquel que ahora vive en el Eterno.

El Nuncio Apostólico sintetizaba la vida de Abuna Santiago con estas palabras: “Fue el hombre más grande que El Líbano haya dado en nuestros días”, y el Presidente Naccache, en nombre del Presidente de la República, Camille Chamoun, ponía sobre su pecho la Medalla de Oro del Cedro de Primera Clase, signo de reconocimiento por el bien realizado. El cuerpo es colocado en el sepulcro de la nueva Capilla del Calvario.

Por la fama de santidad de la que gozaba ya en vida y después de su muerte, se inició el proceso de Beatificación que se concluyó con el Decreto, de 17 de diciembre de 2007, firmado por el Papa Benedicto XVI. El 22 de junio de 2008 tendremos la alegría de asistir en Beirut a su Beatificación.

Abuna Santiago de Ghazir es una de aquellas figuras de capuchino que, siguiendo al Seráfico Abuna San Francisco, supo dejarse tocar por el sufrimiento de su gente y practicó con ellos la misericordia. Se dejó interpelar por las urgentes necesidades de su tiempo y les respondió concretamente con fe, involucrándose con todas sus fuerzas y sin reservas.

Amó a su gente y utilizó todas sus dotes organizativas para encontrar las soluciones más adecuadas, pero sobre todo para que estas pudieran continuar y durar en el tiempo.

El año pasado tuve la ocasión de visitar algunas de las casas queridas por él y hoy dirigidas por la Congregación de las hermanas fundadas por él. Son estructuras que hospedan sacerdotes ancianos, enfermos psiquiátricos, ancianos abandonados, jóvenes portadores de discapacidades. Aquí pude observar que, además de los cuidados sanitarios adecuados, se les asegura el respeto a la dignidad humana. Es evidente que una obra con un campo de acción tan amplio no hubiera podido ser realizada sin la colaboración de otras personas igualmente conmovidas por la necesidad de los que sufren, rasgo que sobresalía en Abuna Santiago. La Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Cruz del Líbano nace del amor que Abuna Santiago tenía por los necesitados y al mismo tiempo es la respuesta de mujeres que han acogido la propuesta que Dios les hacía por medio de Abuna Santiago.

Sólo un carácter fuerte y decidido podía realizar aquello que hizo. De hecho, no desdeñaba los desafíos difíciles y los sacrificios que suponían. Afirmaba muchas veces: “Quien quiere el cielo sin sufrimiento, es como quien quiere comprar mercancías sin pagar”. Suyo también es el dicho: “La oración sin confianza es como una carta en el bolsillo, nunca llega a destino”, como diciendo que no se pueden emprender acciones sin esta fuente, sus innumerables fundaciones sin una profunda actitud de fe.

Toda la Orden y, en particular, los hermanos de la Viceprovincia General del Oriente próximo y las Hermanas Franciscanas de la Cruz del Líbano, pueden alegrarse por este momento de fiesta. Esta Beatificación nos honra y nos impulsa a vivir nuestra consagración con una atención particular por los pobres y los desheredados. Hagámoslo recordando lo que afirman nuestras Constituciones “vivamos con gusto nuestra vida fraterna con los pobres, participando con verdadero amor de sus calamidades y baja condición” (Const. n. 12,3).

Roma, 9 de junio de 2008.

Fr. Mauro Jöhri, Ministro General OFMCap

 
Regresar

 

 
© - fratefrancesco.org - Fr. Tomás Gálvez - Creada el 22-5-2002