Beata Mattía Nazarei de Matélica, OSC

Madre de la Caridad (1253-1320)

   
   


Fiesta: 28 de diciembre
Aprobación del culto: Clemente XIII el 27 de julio de 1765
Nacimiento: 1 de marzo de 1253, en Matélica (Italia)

Muerte: 28 de diciembre de 1320, en Matélica (Italia)
Orden: Franciscanas Clarisas.

 

Vida de la beata Mattía Nazarei OSC (1253-1320)

Mattía Nazarei nació el 1 de marzo de 1253 en Matélica, pequeña ciudad de las Marcas. El mismo año, el 11 de agosto, santa Clara  concluía  su existencia terrena en Asís, no muy lejos de Matélica. El nombre de "Mattía", en hebreo, significa "donada a Dios", y fue una elección perfecta, un presagio de su luminosa vida. Sus padres  se llamaban Guerniero de Gentil (Gentili) y Sibila de Odón (Ottoni), pertenecientes ambos a familias nobles, pudientes y religiosas. Después de una infancia serena, Mattía sufrió las presiones de sus padres, que trataron de convencerla para que se casara con un joven noble y rico, Pedro de los Condes Gualtieri, mas ella rechazó de plano tal matrimonio, porque ya había respondido a la llamada de Dios.

Pidió permiso para ingresar en un convento de clarisas (Damianitas), del que era abadesa una tía suya, pero, por desgracia, ésta tuvo miedo a las reaciones de su padre, y trató de convencer, en vano, a Mattía para que tomara decisiones apresurada. La jovencita decidió seguir los valientes ejemplos de santa Clara y santa Inés de Asís, desafiando a su familia. Se cortó el cabello y se puso una vieja túnica, pidiendo a Cristo que le ayudara. Después de esto, se presentó a la comunidad [de clarisas del monasterio de Santa María Magdalena] y declaró su intención de vivir la vida religiosa.

Su padre tuvo que resignarse, y Mattía se consagró oficialmente al Señor el 10 de agosto de 271, en la vigilia de la fiesta de santa Clara. Ya durante el noviciado, su comportamiento impecable conquistó los corazones de las hermanas, que trataron iempre de seguir su ejemplo admirable. Mattía oraba incesantemente, de noche y de día, y pedía siempre que le encargaran los trabajos más humildes, no obstante sus nobles orígenes.

 

Mattía, Madre abadesa, y "Madre de la caridad"

A los 26 años la nombraron abadesa del convento, desempeñando el cargo hasta la muerte. Como escriben sus biógrafos: "cumplió su encargo con tanta destreza, que se ganó una gloria muy grande". No solamente mejoró la vida espiritual de las hermanas, sino también su existencia material, pues era una mujer inteligente y práctica. A base de limosnas, reconstruyó la iglesia y amplió el convento, que era ya demasiado estrecho para acoger las chicas que, en número creciente, deseaban seguir el ejemplo de Mattía y pedían agregarse a la segunda orden de san Francisco.

La vida interior de la Beata María se modeló sobre la pasión del Señor. Por muchos años, todos los viernes sufrió dolores y numerosos arrobamientos. Fue una mujer de gobierno que a las virtudes de contemplación unía las virtudes prácticas. 

La llamaban "Madre de la caridad", porque su caridad, su amor y su compasión por los pobres y afligidos no tenía límites. Sus oraciones y sus consejos salvaron a muchas almas en peligro. Mattía había contraído un pacto secreto con Dios, por el que se imponía penitencias voluntarias a cambio de la conversión de algunos pecadores empedernidos.

Su luz irradiaba incluso al otro lado de las rejas del monasterio, a través de las cuales se mantenía en contacto con el mundo, sabiendo decir una palabra de consuelo, ayuda y exhortación a los muchos que acudían a ella.  Todos los que conseguían entrevistarse con ella conservaban un recuerdo imborrable de tan edificante experiencia. Entre otros prodigios, se cuenta de un niño que estaba a punto de morir, como consecuencia de una caída. Su madre lo llevó a la Beata Mattía y ella, después de orar, lo tocó con la mano y se lo devolvió sano y salvo a la madre.

 

Su cuerpo incorrupto y las tres traslaciones

La beata Mattía murió el 28 de diciembre de 1320, a los 85 años, y fue beatificada por Clemente XIII en 1765. Desde entonces se han producido muchos milagros, por lo que su caso está siendo examinado actualmente en Roma. Pocas horas antes de morir predijo serenamente su muerte a las hermanas: las bendijo, exhortándolas a observar la castidad, la obediencia y la caridad,  les recomendó que se amaran mutuamente, porque "Dios es amor". Por último, prometió a sus hermanas entristecidas: "No abandonaré este convento. Velaré siempre por él".

Cuando Mattía murió, un amplio rayo de luz envolvió su cuerpo, iluminando todo el convento. Ella desprendía un perfume de increíble dulzura, que llenaba el aire a su alrededor. La voz se corrió por el pueblo,  y sus paisanos corrieron a contemplarla una vez más, y para cortar trozos de tela de su túnica.

Ocurrieron muchos milagros, y muchos enfermos se curaron. Aunque la opinión pública era contraria, a las hermanas les pareció más prudente enterrarla aparte, pero la gente protestó, pidiendo que la colocaran en un lugar fácil de visitar, donde todos pudiesen expresarle libremente su devoción. En consecuencia, las hermanas pidieron a las autoridades religiosas el permiso para exhumarla, bajo la dirección de un excelente médico de Camerino, el Maestro Bartolo. Dieciocho días después de su muerte, el cuerpo de Mattía estaba incorrupto, y exhalaba un suave perfume. Maestro Bartolo, según la costumbre del tiempo, quiso embalsamarla, mas, al ver que, al primer corte, salía sangre líquida en abundancia, se detuvo y exclamó: "¡Qué milagro es este! Creo que nunca se ha visto a un cuerpo muerto sangran tan abundantemente como si estuviera vivo, después de haber estado enterrado tantos días. A ésta la podemos llamar realmente santa, por los milagros que ha hecho en vida, y, Dios lo quiera, hará después de muerta".

Por tanto, el cuerpo de Mattía fue colocado en una elegante urna, en el lado de la epístola del altar mayor, algo elevada sobre el suelo, con una reja delante, para defenderla de cualquier peligro. (PRIMER TRASLADO). A lo largo de los siglos, su fama se extendió más allá de los límites de su ciudad, y un número cada vez mayor de peregrinos acudieron de todas partes para rendirle homenaje. En 1536, con motivo de darle un lugar de mayor privilegio en su iglesia, se trasladó la urna de Mattía de su posición original (SEGUNDO TRASLADO).

El 22 de diciembre de 1758 la trasladaron bajo el altar de Santa Cecilia, que es el actual altar lateral derecho de la iglesia (TERCER TRASLADO).

En 1765, cuando Mattía fue declarada Beata, el altar se lo dedicaron inmediatamente a ella. Su cuerpo incorrupto ha permanecido siempre en su iglesia, desde el 15 de enero de 1320, con la excepción de pocos días, del 6 de octubre al 31 de diciembre de 1811, cuando la soldadesca napoleónica o sacó sacrílegamente de su altar, y lo llevó a Macerata. En aquella ocasión estuvo expuesto a la intemperie, por lo que la humedad y otros elementos nocivos pusieron en marcha un proceso de deterioro. En 1973, el P. Antonio Ricciardi, OFMConv., se ocupó del delicado trabajo de desinfección y conservación del cuerpo de la Beata, poniendo fin al proceso destructivo, y evitando daños posteriores a su carne y a sus huesos. Por último, la Beata Mattía fue colocada en una urna nueva, y más bonita.

 

El humor sanguíneo

En 1536, durante el segundo traslado,  comenzó a brotar del cuerpo de Mattía un sudor rojizo, que las clarisas trataron de secar en vano con paños de lino. Su cuerpo y sus reliquias aún emiten dicho líquido. El Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Camerino atestó en 1972 que "las manchas presentes en los restos , con toda certeza, son de sangre, algo envejecida".

 

Manchas de humor sanguíneo en la Beata Mattía

En 1756, 437 años después de su muerte, se abrió la caja para un reconocimiento legal, y un suave perfume se desprendió de su cuerpo aún incorrupto. En 1758, durante el tercer traslado, la Beata Mattía sudó de nuevo sangre, empapando muchas toallas. Su cuerpo fue examinado más de una vez en los años siguientes, pero siempre en presencia de autoridades eclesiástica y de médicos forenses. En cada ocasión el fluído sanguíneo ha impregnado toallas, trapos, e incluso la toca de Mattía, y su hábito. Estos preciosos paños, empapados de su humor sanguíneo, y cortadas en trocitos minúsculos, aún se distribuyen como reliquias. Y de sus manchas ya secas, alguna vez ha brotado el líquido rojizo.

 

1987: Curación milagrosa de un farmacéutico napolitano

El doctor D'Anna esta gravemente enfermo. El diagnóstico del Instituto Pascal de Nápoles, confirmado por el Instituto Nacional de Tumores de Milán, era carcinoma, un tumor maligno.

El 6 de marzo de 1987 tenía que empezar la cobaltoterapia, pero la Beata Mattía se le apareció en sueños a la señora Rita Santoro, de la Orden Franciscana Seglar y Ministra de la Fraternidad de Santa María Francisca de Nápoles. En aquel entonces la señora Rita no conocía al doctor D'Anna, pero la Beata Mattía le proporcionó informaciones detalladas, para que pudiese identificarlo. La señora Rita tenía que darle una de sus reliquias y el aceite bendito de su lámpara, que arde siempre en su convento, y que las clarisas ofrecen a los fieles en pequeños frascos.

El 7 de marzo de 1987, el doctor Alfonso D'Anna se dirigió a su farmacia, para reemprender el trabajo. Las revisiones periódicas estuvieron precedidas, a menudo, por un fuerte olor a jazmín, como había predicho el sueño, y confirmaron la increíble y completa curación del doctor D'Anna.

La última revisión, un TAC realizado en el hospital Cardarelli de Nápoles, confirmó la perfecta ventilación de sus pulmones y la ausencia de lesiones tumorales.

Toda la documentación ha sido puesta a disposición de las autoridades competentes, a fin de proceder a la canonización de la beata Mattía.

 

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