El lobo de Gubbio

Vida de san Francisco de Asís

 

   
   


De la Verna a Gubbio

(oct.-nov., 1224). Tras haber recibido los estigmas en el monte de La Verna, Francisco emprendió el regreso a Asís y en el camino se detuvo en Cittá di Castello, donde permaneció un mes aproximadamente. Luego partió para Gubbio, acompañado por fray León y un campesino con su asno. Era a mediados de noviembre, cuando caen las primeras nieves en Umbría. Fue precisamente una nevada, y su debilidad física, lo que motivó que les sorprendiera la noche en un descampado, obligándolos a guarecerse bajo unas peñas. El pobre labriego no hacía más que refunfuñar y quejarse del frío, revolviéndose de un lado para otro, sin poder dormir; hasta que el hombre de Dios, lleno de compasión, impuso sobre él su mano llagada. El hombre sintió un calor intenso por dentro y por fuera,  que quedó confortado y durmió como en su propia cama, hasta el amanecer. Él mismo daría testimonio del hecho, más tarde


En Gubbio

(noviembre, 1224). A la mañana siguiente, cuando entraron en Gubbio, todos corrieron a recibirlo, también una mujer con las manos retorcidas por la artrosis, que no dejaba de mostrárselas, para que las tocara. El santo, compadecido, así lo hizo, y quedaron sanas al instante. Como agradecimiento, la mujer corrió a su casa y, con sus propias manos, antes incapaces, elaboró un requesón para él. Francisco, por cortesía,  probó un poco, pero dejó el resto para ella y su familia.


El lobo de Gubbio: historia y leyenda

Esa misma tarde reemprendió la marcha, con intención de hospedarse, como otras veces, en el cercano monasterio de San Verecundo. Iba muy debilitado y consumido, a lomos del borriquillo,  cubiertos los hombros por una basta tela de saco. La nevada debió de ser intensa, pues los lobos se veían obligados a bajar de los montes cercanos en busca de alimento. De ahí que algunos labriegos le advirtieran, desde sus campos: "Francisco, quédate con nosotros; no sigáis adelante, que andan por ahí unos lobos feroces que se comerán tu borriquillo y os harán daño también a vosotros". Mas él replicó: "Yo no he hecho ningún daño al hermano lobo, para que se coma a nuestro hermano asno; así que adiós, hijos, y vivid en el temor de Dios". Así de escueto es el relato contado por uno de los campesinos a uno de los monjes de San Verecundo, que luego, a finales del s. XIII, lo puso por escrito. Pocos años más tarde, entre 1322 y 1328, los Actus Beati Francisci et sociorum eius, fuente latina de Las Florecillas (cap. XXI), añadirán la escena del encuentro con el lobo y su posterior amansamiento por el santo, a cambio del compromiso de los eugubinos de mantenerlo mientras viviera. Nacía así a una de las páginas más bellas de la literatura universal.

Autores recientes han creído ver en el el relato del lobo de Gubbio una velada referencia a la conversión de "El Lobo", famoso bandido de La Verna -o de Montecasale- que, según cuenta la leyenda, se hizo fraile. Sin embargo, antes de dar por buenas hipótesis sin fundamento, que no hacen sino sustituir una leyenda por otra, sería mejor prestar más atención a las fuentes, porque, con datos documentales en la mano, en Gubbio pudo haber habido algo más que el referido intercambio de palabras entre el santo y los campesinos, acerca de los lobos. Enrique de Avranches, por ejemplo, cuatro años después de la muerte del santo, escribía: "Se dice que un lobo famoso fue amansado por su intervención y reconciliado con una villa". Un pergamino de Gubbio, de 1267, refiere el hecho y lo sitúa en el lugar llamado Columna del Lobo. Del lobo de Gubbio habla también  el Speculum Vitae,  atribuido a fray Fabián Húngaro (1337), y el Liber de Conformitate, de fray Bartolomé de Pisa (1386).  Del siglo XIV era también un fresco de la iglesia de San Francisco de Gubbio, hoy desaparecido, pero reproducido en un dibujo legalizado ante notario en 1655, que representaba al santo conduciendo un lobo a la casa de su amigo Giacomello Spadalunga, que lo espera a la puerta. Ilustraba la escena una frase incompleta que decía: "lobo malvado, no hagas daño..." Un siglo más tarde, en 1437, Sassetta pintaba también, en Borgo Sansepolcro, la escena del amansamiento del lobo a las puertas de Gubbio, mientras un notario toma nota del pacto acordado entre la ciudad y el animal. Y aún hay más: el 31 de noviembre de 1503, los frailes de Gubbio obtuvieron permiso para edificar una iglesita dedicada a "San Francisco de la Paz" en el lugar donde se conservaban los restos del animal, restos que salieron a la luz no hace muchos años.


(Fratefrancesco.org - Fr. Tomás Gálvez)

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