Iglesia de la Porciúncula

Y Basílica de Santa María de los Ángeles

   
   

 

"Francisco rodeaba de un amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana. Pero lo que más alegra es saber que la hizo abogada de la Orden, y puso bajo sus alas, para que los nutriera y protegiese hasta el final, a los hijos que estaba a punto de abandonar" (Fr. Tomás de Celano, Vida segunda, 198).


De Rivotorto a la Porciúncula

Entre 1210 y 1211, no pudiendo permanecer más tiempo en Rivotorto, por falta de espacio y de una capilla donde rezar, San Francisco y sus once primeros compañeros consiguieron del abad del monasterio de San Benito del monte Subasio, Don Teobaldo, la pequeña iglesia de Santa María de la Porciúncula, que estaba en ruinas. Los monjes nada pidieron, pero Francisco se comprometió a pagarles con un cestillo de pescado cada año, para dejar bien claro a quién pertenecía el lugar.

Con la iglesia recibieron también el terreno circundante y allí, junto a ella, construyeron una casita pobre y pequeña, de barro y madera, la misma donde morirá el Santo el 4 de octubre de 1226, transformada luego en Capilla del Tránsito.

Por varios testimonios sabemos que la casita estaba dividida en celdas con tabiques de mimbre y barro. Cerca de ella y de la iglesia había un pozo. El bosque adyacente estaba donde, mucho después, se edificó el convento actual. Tal vez fue allí donde montaban los cobertizos de esteras que dieron nombre a los primeros capítulos generales de la Orden. Un simple seto delimitaba el recinto. En la parte trasera, junto al camino, plantaron un huerto, en el lugar que ahora ocupa el famoso Roseto o rosaleda. Junto a él hicieron una celda o choza de ramaje para Francisco. Màs tarde fue transformada en capilla, que hoy se conoce como Capilla de las Rosas o Gruta de San Francisco. Por último, en 1221 se edificó la polémica casa del Comune, cuyos cimientos son ahora visibles en la cripta, debajo del altar mayor de la actual basílica.


Origen de la iglesia de Santa María

Narra una antigua leyenda que la iglesia fue fundada en el año 352, con permiso del papa Liberio, por cuatro ermitaños de Palestina que la dedicaron a Santa María de Josafat, y consagraron el altar en honor de la Virgen de la Asunción. La misma tradición añade que los benedictinos la hicieron más grande en el siglo VI, dándole el nombre de Santa María de los Ángeles.

El lugar de la Porciúncula aparece documentado por primera vez en el año 1045, y la iglesia hacia el 1150. Su estado era de total abandono. Fray Tomás de Celano creía que Francisco la reparó antes de tener compañeros, pero se equivoca, porque la Leyenda de Perusa, después de explicar que la iglesia era muy pobre, que estaba semi-caída de puro vieja, y que la gente de la comarca le había tenido gran devoción; también añade que "cuando los hermanos empezaron a restaurarla" y su fama empezó a difundirse por la región, empezaron de nuevo a frecuentarla y a llamarla por su viejo nombre, diciendo: "Vamos a Santa María de los Ángeles". De hecho, la iglesia no se dedicó de nuevo al culto hasta el 2 de agosto de 1215.

Para la vida en la Porciúncula ver: La regla es el Evangelio.

Iglesia predilecta de San Francisco

Escribe San Buenaventura que fue por el nombre, y por ser frecuentes las visitas angélicas, por lo que el Santo se instaló allí, para vivir "de continuo". Porque, según los Tres Compañeros, Francisco y sus compañeros habían estado ya allí, "algunas veces". Y así debió de ser, pues un cierto fray Morico de Asís, allá por el siglo XIII, contaba que un campesino oyó una noche en la Porciúncula cantos de ángeles y que Francisco, al saberlo, tomó devoción al lugar y empezó a ir allá con sus compañeros los domingos, desde Rivotorto, a veces con velas encendidas.

Era la iglesia más pobre de la comarca. El nombre de Porciúncula se puede traducir por "porcioncilla" o parcela de terreno. Y Francisco, no pudiendo servir al Señor sin un lugar donde vivir, como dice su primer biógrafo, "escogió para sí y los suyos esta pequeña porción del mundo". Explicaba el Santo que el Señor no quiso que les dieran ninguna otra iglesia, ni permitió que los hermanos construyesen o recibieran una nueva, porque esta era como una profecía, que se cumplió con la llegada de los Menores.

Hay muchos testimonios de la predilección de Francisco por el lugar. Aún sabiendo que el reino de Dios se encuentra en todas partes y que el Señor concede sus gracias en cualquier lugar, había experimentado que en la Porciúncula eran más abundantes, y que eran frecuentes las visitas de ángeles. Sus propios compañeros le oyeron decir que sabía, por revelación, que la Virgen la amaba de manera especial entre las demás iglesias dedicadas a ella., y que, por eso, él también la prefería. Y para que los hermanos no lo olvidasen, antes de morir recomendó el lugar a su vicario fray Elías y a todos los hermanos, como el más querido de la Virgen, y quiso que constara en testamento. A sus compañeros les decía muchas veces: "Mirad de no abandonar nunca este lugar. Si os echan por un lado, volved a entrar por otro. Porque este lugar es realmente santo y morada de Dios. Aquí fue donde, siendo aún pocos, nos multiplicó el Altísimo, aquí iluminó el corazón de sus pobres con la luz de su sabiduría, aquí enardeció nuestras voluntades con el fuego de su amor. Quien ore aquí con corazón devoto obtendrá lo que pide y quien profane este lugar será castigado con rigor. Por tanto, hijos, mantened dignamente este lugar donde Dios habita y cantadle a él de corazón, con voces de júbilo y alabanza". También quiso que se conservara siempre en humildad y altísima pobreza, como espejo de la Orden, limitándose al simple uso y dejando la propiedad a otros.

En cuanto a la Virgen Madre de Jesús, ésta aparece con frecuencia en los escritos del Santo como Madre del Verbo Encarnado, Mujer "pobrecilla" y Discípula, que comparte con Cristo su peregrinar y pobreza.


La Basílica de Santa María de los Ángeles

La celebre Indulgencia de la Porciúncula que Francisco consiguió para la iglesia de Santa María en julio de 1216, atraía año tras año a decenas de miles de peregrinos, obligando a la apertura de tiendas y alojamientos. Ese es el origen de Santa María de los Ángeles, la pedanía más poblada de Asís, que se extiende en la llanura, a tres quilómetros de la ciudad, alrededor de la Basílica del mismo nombre. 

La pequeña capilla de la Porciúncula se encuentra ahora bajo la cúpula la Basílica de Santa María de los Ángeles. En 1569, a fin de protegerla mejor, se derribaron las construcciones añadidas en los siglos anteriores y se empezó a edificar la gran Basílica, proyectada por Galeazzo Alessi. Todo ello se hizo en medio de desacuerdos y polémicas, pues algunos frailes no aceptaban la grandiosidad del proyecto ni la eliminación de los primitivos edificios. Las obras se terminaron en 1679. Un devastador terremoto en 1832 derrumbó la nave central y entre 1924 y 1930 se añadió la monumental fachada actual, rematada con una gigantesca estatua dorada de la Virgen de los Ángeles. La gran plaza que tiene delante es del año 1950.

Con sus 126 metros de longitud y los 75 de altura de la cúpula, la Basílica es uno de los mayores templos de la cristiandad. La nave principal y el presbiterio son de una austera sencillez, pero las grandes capillas laterales, costeadas por familias ricas de Asís, llaman la atención por su abundante decoración barroca. Lo que más atrae la atención, sin embargo, es la pequeña iglesia de la Porciúncula en medio del crucero, bajo la alta y luminosa cúpula, con sus puertas siempre abiertas para el recogimiento y la oración. En el interior hay restos de frescos posteriores a San Francisco, y una tabla o políptico pintada por Hilario de Viterbo en 1393, con la escena de la Anunciación y otras relativas a la Indulgencia. Un fresco del siglo XIX en la fachada representa la leyenda de las rosas.

Detrás de la Porciúncula, a la derecha, está la capilla del Tránsito, donde murió San Francisco el 3 de octubre de 1226. En las paredes del interior están representados sus primeros compañeros, y él mismo, reproducido en terracota por Andrea de la Robbia, Una leyenda de mal gusto asegura que allí están enterrados "el corazón y las entrañas" del Santo. Aparte de que nunca los han encontrado, hay que recordar que ya en el siglo XIII las autoridades asisanas salieron al paso de quienes aseguraban tener reliquias suyas, declarando que el cuerpo de San Francisco se conservaba "íntegro" en Asís, en lugar bien seguro, es decir, en la Basílica de San Francisco

Recientes excavaciones bajo el ábside sacaron a la luz la casa construida por el Comune para el capítulo general de 1221, que no agradó al Santo. El lugar es ahora una cripta o capilla, presidida por un políptico de terracota de Andrea de la Robbia.

Otra leyenda sin fundamento es la de las rosas sin espinas que crecen en el "Roseto", la rosaleda que fue huerto en tiempos de San Francisco. Tal creencia se basa en una leyenda del siglo XIV sobre la Indulgencia, llena de errores y de fenómenos prodigiosos, que nada tienen que ver con la historia verdadera (ver Indulgencia de la Porciúncula). Al final del claustro está la Capilla de las Rosas, edificada sobre el lugar donde estuvo la celda de San Francisco. Desde aquí se puede visitar el antiguo convento observante, la Biblioteca y el museo del santuario, con algunas cosas interesantes, como el crucifijo de Giunta Pisano, un retrato de San Francisco de Cimabúe y otro del maestro de San Francisco.


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