El cardenal Hugolino, Protector de la Orden

Vida de san Francisco de Asís

   
   

 

Creación de los ministros y provincias

(14 de mayo, 1217). Al capítulo general de este año acudieron a Santa María de la Porciúncula unos 600 frailes de toda Italia y Francisco comprendió que había que compartir responsabilidad, de modo que la Orden fue dividida en "provincias", que abarcaban regiones o países enteros. Por primera vez, el capítulo decidió enviar frailes a los reinos cristianos de España, Francia, Alemania, Hungría (y países balcánicos) y Ultramar (Malta, Chipre y Reino de Jerusalén), además de a las regiones italianas de Lombardía, Marcas, Toscana, Tierra de Labor, Calabria y Puglia. Al frente de cada provincia puso a un "ministro" (servidor), con la misión distribuir, visitar y corregir a los frailes en el territorio de su jurisdicción. Eso, naturalmente, obligó a introducir nuevos retoques en la Regla primitiva.


Encuentro con el cardenal Hugolino

(Junio-julio, 1217). Terminado el Capítulo los hermanos salieron para sus destinos y Francisco eligió ir a Francia, atraído por la devoción eucarística de los franceses. En Arezzo pidió a fray Silvestre que exorcizara a los demonios que tenían a la ciudad toscana enfrentada en sangrientas luchas civiles. En Florencia se acercó a saludar al cardenal Hugolino de los Condes de Segni, legado Pontificio en las regiones de Toscana y Lombardía, que se ofreció a ayudarle como protector de la Orden (el cardenal Juan de San Pablo había muerto dos años antes), pero no le permitió ir a Francia. El Santo aprovechó para invitarlo al próximo capítulo general.


El Papa nombra a Hugolino cardenal protector de la Orden

(enero-febrero, 1218). La misión a los países europeos fue un estrepitoso fracaso. Francisco enviaba a los suyos sin ningún documento que los acreditase, de modo que en muchos lugares fueron asaltados, maltratados y tomados por herejes. La noticia llegó a oídos de ciertos cardenales que simpatizaban poco con aquel fraile mal vestido que predicaba en lengua vulgar y hablaba con los animales, y éstos lo pusieron en conocimiento del papa Honorio III. Hugolino, al saberlo, mandó llamar a Francisco a Roma en secreto y, temiendo que hiciera el ridículo, le preparó un buen discurso en latín, para que lo pronunciara ante el Papa y la Curia. Mas él, llegada la hora, dijo que lo había olvidado todo e improvisó otro, a su manera, sobre el buen ejemplo que los prelados deben dar en la Iglesia, dejando a todos admirados y a muchos cardenales con lágrimas en los ojos. San Francisco, era consciente de los problemas de la Orden y se veía cada vez más incapaz de sacarla adelante. Un día soñó con una gallina negra y con plumón en las patas, que no lograba proteger a todos sus polluelos bajo las alas, y enseguida entendió que era él mismo. Por eso aprovechó para rogar a Honorio III le concediera al cardenal Hugolino como protector, para que los Menores pudieran recurrir a él sin tener que molestar al Pontífice. Del cardenal Hugolino, antes y después de ser elegido papa con el nombre de Gregorio IX, se dice que parecía un fraile entre los frailes, que amaba la sencillez y la pobreza, que tenía un corazón piadoso y caritativo, que fue un hombre conciliador, que combatió el error y las herejías. Sus relaciones con Francisco, cuya presencia le transmitía siempre paz, fueron sumamente afectuosas. Lo reverenciaba como a un apóstol, se inclinaba ante él y le besaba las manos. El Santo le correspondía con un afecto profundo, lo saludaba con originales bendiciones y, previendo su futuro, a veces lo llamaba "obispo del mundo entero". Este cardenal, apenas recibió el encargo del Papa, lo primero que hizo fue enviar cartas a los obispos que ponían dificultades a los Menores en sus diócesis, y animó a otros cardenales a hacer lo mismo.


El cardenal Hugolino visita la Porciúncula

(Semana Santa, 1218). Santo Domingo de Guzmán había llegado a Roma a finales de enero de 1218 para dirigir desde allí la expansión de la Orden, y consiguió de Honorio III una bula (11 de febrero) que recomendaba a los Hermanos Predicadores, "que exponen fiel y gratuitamente la Palabra del Señor, valiéndose sólo del título de pobreza". Por encargo del papa y con ayuda de Hugolino, el santo español estaba tratando de reunir en un único monasterio a todas las "reclusas" de la ciudad, así que no es de extrañar que se encontrara con San Francisco por ese tiempo, en casa del cardenal. Poco después, Francisco regresaba a Asís, Domingo marchó a visitar la nueva fundación de Bolonia, y el cardenal se dispuso a recorrer el centro y norte de Italia, en calidad de legado pontificio. De camino, pasó por Asís, y pudo ver, emocionado, en cuanta pobreza vivían los hermanos. Su encuentro con Santa Clara en San Damián también le dejó un recuerdo imborrable, como confesará después, en una carta enviada a la Santa. 


Hugolino y Santo Domingo en en el Capítulo general

(3 de junio1218). Los primeros capítulos generales eran llamados "de las esteras" porque los hermanos, estaban repartidos junto a la iglesia de la Porciúncula en cobertizos de esteras. Al de 1218 asistieron unos mil frailes y también el cardenal Hugolino, que estaba en Perusa, y Santo Domingo, que regresaba de Bolonia con algunos compañeros. El prelado presidía las Eucaristías y predicaba a los hermanos, gozoso de verlos por el suelo, en grupos, hablando de las cosas de Dios, en oración u ocupados en otras actividades y servicios. "Realmente -decía- este es el campamento de Dios". En su discurso de apertura, Francisco les habló, diciendo: "Grandes cosas hemos prometido, mayores se nos prometen a nosotros", y los animaba a la fidelidad a la Iglesia, al amor fraterno, a la paciencia en las dificultades, a la pureza y castidad angélicas, a la paz y mansedumbre con todos y a no preocuparse por el comer, el beber o el vestido, pues Cristo buen Pastor cuida de todos. Santo Domingo no comprendía cómo un grupo tan numeroso podía vivir tan despreocupado, pero pronto comprobó que gentes de toda la región venían a presenciar aquella inaudita asamblea y cada cual traía para los hermanos algo de comer y de beber, y los servían. Desde entonces se hizo el propósito de observar la pobreza evangélica, y un año más tarde, en París,  la hizo abrazar  a sus hermanos, reconociendo que lo hacía animado por el ejemplo de Francisco. Tanto le impactó el Capítulo de los Menores que, en 1220, convocó en Bolonia el primero de su Orden, para el día de Pentecostés. 


La bula "Cum dilecti" en favor de los Menores

(11 de junio, 1218). Los hermanos se quejaban a Francisco de que muchos obispos no les dejaban predicar ni residir en sus diócesis, pero él se resistía a pedir ningún "privilegio" a la curia, convencido de que al clero había que ganárselo con la humildad y el buen ejemplo. Pero tuvo que rendirse a la evidencia. El fracaso de la misión anterior y la probable presión de Hugolino dieron como resultado una bula de Honorio III, por la que recomendaba a todos los obispos a los hermanos Menores, los cuales, "después de abandonar las vanidades del mundo, han escogido un camino de vida merecidamente aprobada por la Iglesia romana y, según el ejemplo de los apóstoles, se esparcen por las distintas partes del mundo, sembrando la semilla de la Palabra de Dios". terminado, pues, el capítulo, los hermanos volvieron a sus provincias con copias de esta bula, y de otras cartas comendaticias de Hugolino y de otros cardenales. Los ministros recibieron, además, la facultad de aceptar candidatos a la Orden, reservada hasta entonces exclusivamente a San Francisco. Esta vez no tendrán tantas dificultades para establecerse en otros lugares, principalmente en los distintos reinos de la Península Ibérica (Aragón, Navarra, Castilla, Portugal), en Francia y en la región balcánica.


El cardenal Hugolino y las Damianitas; o Clarisas

(1218-1219). Contaba fray Esteban, compañero del Santo entre 1217 y 1219, que el cardenal Hugolino, de paso por Asís, se despidió de San Francisco con estas palabras: "Te encomiendo a aquellas Damas", refiriéndose a Santa Clara y sus compañeras, que vivían en San Damián. A lo que él, muy gozoso, exclamó: Desde ahora quiero que se llamen Damas pobres, como acabáis de decir, y no Hermanas".Nunca le gustó que las llamaran así. Irónicamente solía decir: "El Señor nos quita las esposas y el diablo nos da hermanas". El mismo fray Esteban contaba que Francisco nunca fue partidario de fundar nuevos monasterios femeninos, y que estos surgieron por iniciativa de otros. En los Tres Compañeros se dice, efectivamente, que muchas vírgenes y viudas, movidas por la predicación de los hermanos, acudían a ellos en busca de consejo y de ese modo fueron surgiendo monasterios de clausura donde pudiesen vivir en penitencia, nombrándose para ellos un "visitador y animados". El visitador era fray Felipe Longo, pero al Santo no le parecía bien y fue sustituido por el cisterciense fray Ambrosio, del séquito del cardenal Hugolino, el cual, como demuestran algunos hechos posteriores al capítulo general de 1218, se hizo cargo directamente de las nuevas fundaciones.


Nuevos monasterios de Damianitas en Toscana

(1219-1222). En los nuevos monasterios, como en San Damián, se profesaba la regla benedictina, que permitía tener bienes en común. Por eso, una de las primeras actuaciones del cardenal Hugolino en fsu favor, por encargo del papa, fue la recepción en nombre de la Iglesia de todos los terrenos y donaciones ofrecidas para la construcción y fundación de casas y oratorios para las damianitas, las únicas religiosas de entonces incapacitadas para poseer bienes muebles o inmuebles. Así se hizo, por ejemplo, el 19 de marzo de 1219 con la casa de Monticelli en Florencia, y luego en Perusa (Monteluce), Lucca y Siena. De ello daba cuentas al Pontífice el cardenal, con cartas fechadas entre el 29 y 30 de julio de 1219, al tiempo que le comunicaba que había redactado para ellas unas normas o estatutos especiales, para confirmarlas en las "observancias regulares que habían profesado, según la Orden de las Señoras Pobres de Santa María de San Damián, salvando la Regla general de San Benito". La confirmación papal de tales estatutos y fundaciones ha sido siempre considerada una verdadera aprobación de la Orden de las Damas Pobres, de ahí que fray Tomás de Celano se refiera a "la maravillosa vida y gloriosa fundación, que recibieron del señor papa Gregorio (IX), a la sazón obispo (cardenal) de Ostia". 


Primeros Estatutos para las Damianitas

(1219, Cuaresma). Los llamados Estatutos o Constituciones hugolinianas, redactadas para preservar el espíritu de San Damián en toda la Congregación, se convertirán en 1228, con pocos cambios, en la primera Regla de la Orden de Santa Clara y servirán de base para las Reglas sucesivas. San Francisco no fue ajeno a tal redacción. Tomás de Celano dice expresamente, a propósito de sus tres fundaciones, que "a todos daba una norma de vida y señalaba con acierto el camino de salvación, según el estado de cada uno". Es, pues, muy probable que las Constituciones hugolinianas fuesen una obra conjunta del santo y el cardenal. Es más, éstas debieron de redactarse en Monticelli (Florencia), durante la cuaresma de 1219. La antigua crónica del monasterio recuerda que sus fundadoras profesaron la regla de San Benito y los estatutos de las Damianitas el domingo de Pascua de un año en que Francisco, que predicó en Florencia toda una Cuaresma, se hospedó allí. Tradicionalmente se dice que fue en 1221, pero se sabe con seguridad que la profesión tuvo lugar ante del 27 de junio de 1219, fecha en que el cardenal Hugolino comunicaba al Papa dicha profesión y la elaboración de los Estatutos.

(Fratefrancesco.org - Fr. Tomás Gálvez)

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